Transportar 23 aerogeneradores a 240 kilómetros de distancia no es tarea sencilla. Y menos si los gigantes eólicos que alcanzarán 148 metros de altura tienen que cubrir esa distancia a través del desierto costero peruano. Un viaje con hitos tan problemáticos como las seis curvas angostas en las que la carretera Panamericana Sur serpentea para cruzar las montañas que se levantan en torno al Paso de la Cara del Inca, donde las rocas parecen simular el perfil de nariz aguileña característico de los antiguos pobladores de estas tierras y de su líder Atahualpa.
Cubrir lo que en un automóvil ordinario puede costar unas cinco horas ha demorado a los grandes componentes eólicos, como barquillas, palas o trenes de potencia, un total de tres días. Cada uno de los 23 aerogeneradores se traslada desmontado en 12 componentes, lo que supone un total de 276 transportes, que se han venido realizando durante tres meses.
La compleja operación logística ha requerido la participación de un experto equipo de 150 personas, encargadas de ejecutar una cuidadísima planificación previa que ha incluido la construcción de puentes provisionales, desmontaje de obstáculos en sectores habitados tales como semáforos, telepeajes o indicadores de ruta o la aplicación de eventuales cortes de tráfico. En todo ello se ha contado con la colaboración de la Policía Nacional del Perú.
Un proceso que se ha desarrollado en jornadas diurnas, entre las seis de la mañana y las seis de la tarde y que una vez culminado, cabe celebrar que se haya realizado sin incidencias reseñables y conforme al plan previsto. Un éxito en tiempo y forma. “Hemos logrado completar el traslado de todos los componentes sin incidentes pese a la afección diaria en el tráfico local, lo que es motivo de orgullo para todo el equipo”, declara Ariel Flores García, director del proyecto PE San Juan de Marcona.
"Recorrer lo que en un automóvil supone 5 horas ha demorado a los componentes eólicos tres días".
Otro de los hitos singulares de este viaje es el paso por las Líneas de Nazca. No por su complejidad logística en este caso, sino por el magnetismo que suscita este particular tesoro arqueológico atravesado por la carretera Panamericana.
¿Calendario astronómico?, ¿ritual mágico para la atracción de agua?, ¿pistas de aterrizaje extraterrestre?... Las razones por las que la cultura Nasca dibujó centenares de geoglifos o enormes surcos sobre el suelo de las pampas de Jumana, una de las regiones más áridas del planeta, hace 1.500 años, son todavía hoy uno de los grandes enigmas de la arqueología mundial.
Patrimonio de la Humanidad desde 1994, las Líneas de Nazca aglutinan centenares de dibujos repartidos por un área de 50 kilómetros de longitud y 5 km de ancho, la mayor parte líneas y figuras geométricas. Las más conocidas, sin embargo, son una treintena de figuras de animales (el colibrí, la araña, el mono, la ballena, el cóndor…), vegetales (el cactus, la flor) y antropomórficas (el hombre-búho o astronauta, las manos), de hasta 187 metros de largo.
Descubiertas por el conquistador español Pedro Cieza de León en 1547, su interés arqueológico moderno se inicia en la década de 1930 con los peruanos Julio César Tello y Toribio Mejía. El norteamericano Paul Kosok y la matemática alemana María Reiche, que las estudiaron durante décadas a mediados del pasado siglo, concluyeron que se trataban de un inmenso calendario astronómico vinculado a los períodos agrícolas, realizado a partir de bocetos a menor escala.
Entre las interpretaciones más recientes, el arqueólogo norteamericano Johan Reinhard defiende que su sentido es el de invocar el agua a través de ritos de fertilidad.
Aunque las líneas pueden verse desde varios cerros, la creencia popular de que sólo son visibles desde el aire ha dado también pábulo a otras interpretaciones menos científicas y nunca demostradas, como las del escritor suizo Erich von Däniken, quien, a partir de 1968, vendió miles de ejemplares de sus obras en las que las consideraba una prueba de una pasada visita extraterrestre.
En el lado negativo, cabe destacar que la falta de protección legal permitió que, en 1938, la carretera Panamericana dividiera en dos la figura de El Lagarto.
Parece un museo. Un siglo después de su construcción, la Central Hidroeléctrica de Seira sigue produciendo energía limpia, mientras la belleza de su arquitectura y de la maquinaria que alberga en su interior son un verdadero gozo para los sentidos.