En la segunda mitad del siglo XIX, un visionario llamado Julio Verne ideó máquinas asombrosas e ingeniosos artefactos y anticipó situaciones que tardarían años, lustros e incluso décadas en llegar. Entre sus creaciones más famosas encontramos el batiscafo Nautilus de 20.000 leguas de viaje submarino, el helicóptero Albatros de Robur el Conquistador o la cápsula espacial en De la Tierra a la Luna, dispositivos todos ellos que más tarde inspirarían a ingenieros e inventores para crear el submarino automático, el avión de pasajeros y la nave espacial.
Las aventuras relatadas por el escritor francés llevaron a sus protagonistas a lugares tan inauditos para el imaginario de la época como el fondo del mar, el espacio exterior o de Viaje al centro de la Tierra. Es sin embargo en este último e insólito escenario donde ni siquiera el gran Julio Verne fue quien de concebir un vehículo que transportara de manera segura al profesor Otto Lidenbrock y a su sobrino Axel mientras se abría camino bajo el suelo.
En la obra, publicada en 1864, el mineralogista alemán dirige una expedición para descubrir mundos fantásticos en las capas inferiores de la corteza terrestre. Si bien en aquella época ya existían primitivas máquinas capaces de deshacer la roca y se comenzaba a innovar en tecnología de excavación, lo cierto es que ni siquiera la mente capaz de anticipar casi veinte años el submarino y casi un siglo la nave espacial pudo imaginar un gigantesco cilindro que perforase el suelo en continuo movimiento para llevar a sus ocupantes a destinos desconocidos a la vez que convertía el caótico escenario que iba quedando su paso en un seguro pasillo para los expedicionarios venideros.
La evolución tecnológica de las tuneladoras, que se aceleró a finales del siglo XIX y despegó definitivamente en la primera mitad del siglo XX, contribuyó en gran medida a la expansión de las comunicaciones terrestres en todo el mundo. La excavación de túneles para sortear cordilleras, montañas o puertos de difícil tránsito facilitó el transporte ferroviario y por carretera de personas y mercancías, con su consiguiente beneficio social y económico.
La construcción de este nuevo mundo no habría sido posible sin las tuneladoras, y las tuneladoras no serían más que ciencia ficción sin un puñado de empresas que cada día, desde hace muchos años, diseñan auténticas obras de arte de la ingeniería.
A la cabeza de este grupo de soñadores de nuestra era se sitúa ACCIONA. Su liderazgo en la construcción de carreteras, vías de ferrocarril y trenes suburbanos ha llevado a la compañía a ser uno de los principales expertos en la ejecución en todo tipo de túneles.
Una de las principales claves a la hora de trabajar con tuneladoras es elegir, y en su caso adaptar, la máquina adecuada para cada tipo de terreno, y este diagnóstico y selección de equipamiento específico para cada proyecto es precisamente lo que convierte a ACCIONA en un referente mundial del sector. Maximiliano Arenas García, Director de Construcción y Director Técnico de la Unidad de Negocio Especializada en Ferrocarriles y Túneles de ACCIONA, explica que el primer paso es determinar a qué tipo de terreno se va a enfrentar la tuneladora. Por ejemplo, si se trata de una roca competente, el principal problema será la dureza del elemento, que ofrecerá una mayor resistencia, mientras que en un entorno de suelos con presencia de agua, la dificultad residirá en la estabilidad del frente de excavación. Para afrontar todos estos desafíos en cualquier lugar del mundo, ACCIONA cuenta con varios tipos de tuneladoras: abiertas tipo Main Beam, de escudo simple, de doble escudo, de presión de tierras, de hidroescudo… Y sus ingenieros y técnicos son capaces de adaptarlas a cualquier eventualidad que el proyecto pueda presentar.
Estas máquinas pueden llegar a presentar unas magnitudes colosales dignas de admiración. Alcanzan longitudes de más de 100 metros, un diámetro de 18 metros de excavación y un peso de 2.800 toneladas. O lo que es lo mismo, pueden ser tan largas como nueve autobuses, tan altas como un edificio de cinco plantas y tan pesadas como quince aviones Boeing 747. Su interior puede acoger de manera simultánea a 20 personas, y como nunca se detienen, hasta 140 personas trabajan por turnos dentro de una tuneladora.
Ver a estos gigantescos cilindros abrirse camino es un espectáculo singular, pero no menos asombroso es contemplar cómo va dejando tras de sí una estructura de dovelas perfectamente ensamblada para garantizar el sostenimiento del túnel.
En términos de producción, las tuneladoras de ACCIONA también son portentosas con ritmos que llegan a superar los mil metros excavados al mes.
¿Sabías que hasta 140 personas trabajan por turnos dentro de una tuneladora?
De los más de 600 kilómetros de túneles que ACCIONA ha horadado a lo largo de su historia reciente, las tuneladoras han tenido un papel clave con más de un tercio de la producción total.
Estas máquinas excavadoras han sido partícipes de algunos de los proyectos más emblemáticos de ACCIONA, como la autovía Legacy Way (Australia), los túneles ferroviarios Follo Line en Oslo (Noruega) y Bolonia (Italia) o los metros de Fortaleza (Brasil) y Barcelona (España), pero también rampas de acceso a minas, túneles de irrigación y abastecimiento de agua o colectores.
El empleo de tuneladoras ha supuesto enormes beneficios en estas y otras obras que la compañía lleva a cabo en cualquier localización, dado que con su utilización se aumenta la seguridad, se reducen los asientos de terreno y daños asociados, se logra un mayor rendimiento de perforación y los túneles se completan en una sola fase con una mayor calidad del acabado.
La máquina que ni Julio Verne pudo imaginar permite a ACCIONA construir el mundo del futuro con las mayores garantías de éxito.
Si quieres conocer más historias como esta visita la página de ACCIONA.
ACCIONA lideró la restauración del madrileño Museo Arqueológico Nacional para dotar a este emblemático edificio de las más modernas e innovadoras funcionalidades en un colosal proyecto que duró seis años